El acuerdo con el FMI está resultando mucho más caro que los intereses que esta generación de argentinos y las por venir deberán pagar por los 50.000 millones de dólares prestados: el ajuste comprometido por el Gobierno de Cambiemos puede llevarnos a reducir al Estado a una mínima expresión, con sus capacidades completamente inoperantes y sin estructura para resolver los problemas del país.
Por estos días se está hablando de que como parte del ajuste, el área de Agroindustria podría ser rebajada a secretaría incorporándose a una super estructura ministerial, posiblemente bajo el comando de Economía.
Mucho se luchó para volver otorgarle al agro un status ministerial. Se logró en 2009, bajo la presidencia de la Dra. Cristina Fernández de Kirchner y tuve el privilegio de ser el primero de sus ministros en esta etapa refundacional. Triste paradoja sería que un representante de la centenaria Sociedad Rural Argentina sea el último de la serie.
El punto central es por qué Agricultura o Agroindustria debería mantener su status institucional.
Nos definimos como un país productor y proveedor de alimentos al mundo. Muestra oferta es capaz de alimentar a diez veces la población argentina. A principios de este siglo producíamos 60 millones de toneladas y para 2015 ya habíamos duplicado ese volumen. Nos planteamos la meta de llegar a las 160 millones de toneladas para 2020 y –más allá de una sequía circunstancial- vamos en ese camino.
La cadena agroalimentaria está generando dos de cada tres dólares provenientes de las exportaciones y el potencial es enorme si logramos avanzar en el agregado de valor en origen, en el desarrollo de las producciones regionales y la inserción en el comercio internacional de nuestros productores a través de sus organizaciones asociativas.
Es decir, nuestro interlocutor en la mesa de los negocios es el mundo. Decenas de países interesados en comprar nuestros alimentos o nuestra tecnología y que deben encontrar un representante de jerarquía ministerial para llevar adelante las conversaciones.
Estamos hablando precisamente de negocios, de expandir nuestras exportaciones, de vender más productos con más valor agregado. Esta es la única y real alternativa al ajuste que nos propone el Gobierno con su acuerdo con el FMI. Por eso resulta un dislate rebajar la jerarquía del área de Agroindustria, cuando justamente lo que necesitamos es aumentar el volumen de dólares genuinos.
Ahogar presupuestariamente al ministerio y sus organismos descentralizados, el INASE, el INTA, el INV, el Senasa y el INIDEP, convirtiéndolos en cáscaras burocráticas disfuncionales no generará nada bueno para el país.
· Queremos que las empresas innoven en genética pero desfinancian el Instituto Nacional de Semillas.
· Queremos una producción agropecuaria libre de plagas y enfermedades pero echan personal del Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria.
· Queremos un Sillicon Valley agroindustrial en la Argentina pero asfixian presupuestariamente al INTA.
· Queremos una agricultura con agricultores pero eliminan las estructuras relacionadas con la Agricultura Familiar.
Podría seguir enumerando argumentos, pero a buen entendedor pocas palabras. Generemos riqueza en vez de paralizarnos con ajustes. Por eso defendamos el mantenimiento de un Ministerio de Agricultura que ayude a nuestros productores a hacer crecer la economía del país.
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