El verdadero camino hacia la realización colectiva y personal es a través del trabajo. La generación de puestos de empleo, tanto para los jóvenes como para los padres y madres de familia, constituyen la mejor solución para una herida social que se ha manifestado a través de la desigualdad y la exclusión.
La desocupación amplía las fronteras de la pobreza y es deber constitutivo del justicialismo consolidar una visión social que contemple la lucha contra la pobreza y la desigualdad.
No existe peor pobreza que la que no permite ganarse el pan y priva de la dignidad del trabajo. Los subsidios no pueden compensar la falta de empleo, que incide en la dignidad, el autoestima y la esperanza de las familias que integran nuestra comunidad.
El Estado no puede entenderse como un vehiculo para alimentar una desocupación disfrazada, pero mucho menos para que el costo a reducir sea el pan en la mesa de los trabajadores y los más humildes. No podemos permitir un Estado que financie a quien no trabaja, pero mucho menos alentar los despidos y la desocupación.
Debemos ser, como oposición, facilitadores de un Estado que permita la articulación entre los sectores público y privado, con los generadores de conocimiento -las universidades- para dirigir todos los esfuerzos a continuar por el camino de la generación de puestos de empleo.
Las primeras medidas del presidente Macri estan orientadas a aumentar la pobreza y el desempleo: una enorme cantidad de despidos en el sector público (más de 22.000 y contando) y su correlato en el mundo privado, con el objetivo de disminuir la carga salarial. Con una tasa de inflación que registra un aumento del 6% al 9% sumada a un alza promedio de más del 20% en bienes de la canasta básica de alimentos, el resultado es inexorablemente la caída del poder adquisitivo de los sectores populares.
Seremos la oposición constructiva que hubiesemos deseado tener, pero como dice el Papa Francisco, cuando el mundo se duerme en la comodidad y el egoísmo, la misión del cristiano es ayudar a despertarlo.
La desocupación amplía las fronteras de la pobreza y es deber constitutivo del justicialismo consolidar una visión social que contemple la lucha contra la pobreza y la desigualdad.
No existe peor pobreza que la que no permite ganarse el pan y priva de la dignidad del trabajo. Los subsidios no pueden compensar la falta de empleo, que incide en la dignidad, el autoestima y la esperanza de las familias que integran nuestra comunidad.
El Estado no puede entenderse como un vehiculo para alimentar una desocupación disfrazada, pero mucho menos para que el costo a reducir sea el pan en la mesa de los trabajadores y los más humildes. No podemos permitir un Estado que financie a quien no trabaja, pero mucho menos alentar los despidos y la desocupación.
Debemos ser, como oposición, facilitadores de un Estado que permita la articulación entre los sectores público y privado, con los generadores de conocimiento -las universidades- para dirigir todos los esfuerzos a continuar por el camino de la generación de puestos de empleo.
Las primeras medidas del presidente Macri estan orientadas a aumentar la pobreza y el desempleo: una enorme cantidad de despidos en el sector público (más de 22.000 y contando) y su correlato en el mundo privado, con el objetivo de disminuir la carga salarial. Con una tasa de inflación que registra un aumento del 6% al 9% sumada a un alza promedio de más del 20% en bienes de la canasta básica de alimentos, el resultado es inexorablemente la caída del poder adquisitivo de los sectores populares.
Seremos la oposición constructiva que hubiesemos deseado tener, pero como dice el Papa Francisco, cuando el mundo se duerme en la comodidad y el egoísmo, la misión del cristiano es ayudar a despertarlo.
Lic. Tomás Domínguez
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