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Ella nos comparte su historia para que la hagamos pública, ya que hoy 19 de noviembre es el “Día Internacional para la prevención del abuso sexual contra la niñez y adolescencia”
¿QUE SERÍA DE MI SIN EL FEMINISMO?
A los 12 años, en mi propia casa viví un calvario, yo sabía que estaba mal, pero no podía ponerlo en palabras, no podía comprender la magnitud de lo que sucedía. No me iban a creer, me iban a tratar de mentirosa. Esa persona que me había visto crecer, que había llegado para ocupar el rol paterno de mi padre ausente… esa persona que todos veían como un héroe porque se hacía cargo de una hija que no era de él, ¿quién iba a dudar de él? ¿Quién iba a creerme? ¿A quién le iba a pedir ayuda?
Mientras todo eso pasaba por mi cabeza, los abusos se hacían más constantes, ya no quería volver de la escuela a mi casa, ya no quería vivir más ahí, les pedía a mis amigas que me inviten a sus casas a dormir, así al menos algunas noches aliviaba mi dolor.
Perdí parte de mi niñez, crecí sin darme cuenta, muchas cosas las olvidé, no sabía lo que era jugar, mis amigas dejaron de ir a mi casa porque le tenían miedo, años más tarde supe que él se las encaraba. Pero nadie se animó a decirlo. Si, así como lo leen.
Mis preocupaciones en ese momento no eran “qué pinturita elegir para jugar”, sino poner papel en la cerradura del baño para que él no me espiara y cerrar con llave, muchas veces no llegue a hacerlo porque él tenía más fuerza.
Por las noches tenía mucho miedo, me tapaba hasta la cabeza con las sábanas, de esa forma sentía que no iba a poder encontrarme (hoy después de 19 años sigo tapándome de la misma manera).
No saben lo que me costó salir de ese lugar, sentía mucha vergüenza y mucha culpa.
Después de 4 años, me animé a contarle a mi mamá, se enojó mucho conmigo, no me creyó. No pude salir de ese lugar hasta que no cumplí la mayoría de edad porque no me lo permitían.
Imagínense no encontrar la salida ni en los brazos de tu mamá.
Pase por todos los estados, intente llamar la atención de alguien, le robe pastillas a una amiga para que me saquen de ese lugar por unos días; probé con drogas para ver si podía sentirme un poco mejor; fui a la estación del tren a tirarme, pero no tuve el coraje de poder hacerlo. Todavía pienso como pude salir de toda esa mierda, cuantas más como yo no pueden gritarlo.
En la Escuela nadie sospechaba, nunca me animé a decírselo a mis maestros, nadie me dio las herramientas para poder salir de ese lugar, que era mi casa, pero la odiaba. Hasta que por fin cumplí con lo que me pedían, terminar la secundaria para poder irme, conseguí laburo, una casa y así fue que intenté sobrevivir. Comencé mi vida de otra forma.
Y digo ”intenté sobrevivir” porque recién en el año 2015 todo lo que había guardado detonó en un pico de estrés, si, recién 9 años más tarde pude ponerlo en palabras, pude decir lo que me había pasado, pude decir “yo fui víctima de un abuso sexual”. Pero todavía lo decía con mucho miedo, con mucha culpa y vergüenza. Me habían hecho creer que yo me lo había buscado.
No me olvido más el día que la conocí a ella, mi psicóloga (y encima feminista), quien además de ayudarme me hizo partícipe de ese movimiento, desde ese día empecé a curarme un poquito todos los días, por eso sostengo, aunque suene una frase superficial, que el feminismo me salvó y para siempre.
Hoy muchos años después los abusos siguen sucediendo, pasa más de lo que podríamos imaginar. Se siguen dando en su mayoría en el seno familiar, y se entierran bajo tumba.
Yo soy una sobreviviente del poder y de la violencia machista, soy una sobreviviente de un abusador que hoy sigue caminando por las calles… soy una sobreviviente de un estado ausente, de personas que me dieron la espalda, de familiares cómplices que aun sabiendo lo que pasaba no hicieron nada para sacarme de ahí.
Hoy por primera vez y aún no se bien porqué, ni cómo, sentí la necesidad de escribirlo, me siento preparada y contenida. Pude convertir ese dolor en lucha, por eso no voy a callar, para que NUNCA MÁS nadie lo tenga que vivir. Voy a seguir incomodando, porque sé que no estoy sola, porque somos muchas levantando la bandera del feminismo en lo más alto y eso me llena de orgullo.
Por todas las niñeces que siguen viviendo con sus abusadores, por todas las niñeces que hoy siguen silenciadas gritemos fuerte YO SÍ TE CREO.
Por todas las que después de tantos años pudimos contarlo y por las que faltan hacerlo porque no pueden, sigamos luchando.
Gracias JACARANDÁ por abrazarme sin saberlo.
JACARANDÁ RAWSON/CASTILLA
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