El Tribunal Oral Federal 1 de Jujuy condenó por unanimidad a tres años de prisión en suspenso a Milagro Sala al encontrarla culpable del delito de "daños agravados" por un escrache de 2009 contra el entonces senador Gerardo Morales. En el curso del juicio se comprobó que Sala no estuvo en esa protesta y solo un testigo, que trató de ocultar que trabaja para la gobernación jujeña, la señaló como la organizadora.
El Grupo de Trabajo sobre Detenciones Arbitrarias de Naciones Unidas y la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, entre otros organismos, la consideran una presa política, por lo que pidieron su liberación inmediata. Hace año que Milagro Sala está detenida.
La operatoria con la que el Poder Judicial ha construido en la figura de Milagro Sala un enemigo es correspondiente a la lógica a través de la que el intelectual Edward Said señala la construcción del orientalismo, puesto que lo que conocemos en Occidente de Oriente sólo existe en el relato de los occidentales y fue creado por los medios de comunicación para representar a ese “otro” como una amenaza. Asimismo, el peruano Arturo Escobar describe “la invención del tercer mundo” como la estrategia norteamericana para construir una Latinoamérica subdesarrollada en la que intervenir para el desarrollo. La construcción del otro como un disidente del orden o un adversario de la sociedad a partir de la criminalización a través de la Justicia, y la multiplicación de esta imagen en millones de pantallas no es otra cosa entonces que una estrategia para desarmar su poder. En este sentido es claro el rol de los medios de comunicación, particularmente Joaquín Morales Solá consideró en su columna del diario La Nación que el pedido de liberación por parte de organismos de derechos humanos como la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) que depende de la OEA, responde a “que el kirchnerismo (o el cristinismo, para ser precisos) conserva importantes resortes de influencia en organismos internacionales de derechos humanos y que, en parte por eso, tiene tanta repercusión en el mundo el caso de la prisión de Milagro Sala”.
Mientras la Justicia, desde una postura jurídica liberal se presenta despolitizada, en palabras del gobernador de la provincia de Jujuy “hay que dejar que la Justicia actúe independientemente”, ha hecho de la Ley un instrumento de criminalización que como bien expresó la defensa de Milagro Sala apenas se escuchó la sentencia del fallo firmado por unanimidad por los jueces y del que el 3 de febrero se conocerán los argumentos: “nosotros no creemos que sea un fallo ajustado a derecho”. La detención de Milagro Sala responde a una política de criminalización de la protesta, convirtiendo el derecho a reclamar de la sociedad en un derecho casi nulo por los límites impuestos por los sectores de poder concentrados. Cientos de antecedentes podrían nombrase a fin de demostrar cómo distintos dirigentes populares de nuestra historia fueron presos políticos de los gobiernos a los que se oponían. Queda entonces sacarle la venda a la Justicia.
El Grupo de Trabajo sobre Detenciones Arbitrarias de Naciones Unidas y la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, entre otros organismos, la consideran una presa política, por lo que pidieron su liberación inmediata. Hace año que Milagro Sala está detenida.
La operatoria con la que el Poder Judicial ha construido en la figura de Milagro Sala un enemigo es correspondiente a la lógica a través de la que el intelectual Edward Said señala la construcción del orientalismo, puesto que lo que conocemos en Occidente de Oriente sólo existe en el relato de los occidentales y fue creado por los medios de comunicación para representar a ese “otro” como una amenaza. Asimismo, el peruano Arturo Escobar describe “la invención del tercer mundo” como la estrategia norteamericana para construir una Latinoamérica subdesarrollada en la que intervenir para el desarrollo. La construcción del otro como un disidente del orden o un adversario de la sociedad a partir de la criminalización a través de la Justicia, y la multiplicación de esta imagen en millones de pantallas no es otra cosa entonces que una estrategia para desarmar su poder. En este sentido es claro el rol de los medios de comunicación, particularmente Joaquín Morales Solá consideró en su columna del diario La Nación que el pedido de liberación por parte de organismos de derechos humanos como la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) que depende de la OEA, responde a “que el kirchnerismo (o el cristinismo, para ser precisos) conserva importantes resortes de influencia en organismos internacionales de derechos humanos y que, en parte por eso, tiene tanta repercusión en el mundo el caso de la prisión de Milagro Sala”.
Mientras la Justicia, desde una postura jurídica liberal se presenta despolitizada, en palabras del gobernador de la provincia de Jujuy “hay que dejar que la Justicia actúe independientemente”, ha hecho de la Ley un instrumento de criminalización que como bien expresó la defensa de Milagro Sala apenas se escuchó la sentencia del fallo firmado por unanimidad por los jueces y del que el 3 de febrero se conocerán los argumentos: “nosotros no creemos que sea un fallo ajustado a derecho”. La detención de Milagro Sala responde a una política de criminalización de la protesta, convirtiendo el derecho a reclamar de la sociedad en un derecho casi nulo por los límites impuestos por los sectores de poder concentrados. Cientos de antecedentes podrían nombrase a fin de demostrar cómo distintos dirigentes populares de nuestra historia fueron presos políticos de los gobiernos a los que se oponían. Queda entonces sacarle la venda a la Justicia.
Dr. Rubén Darío Golía
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