El 17 de octubre de 1945 nace una nueva argentina a partir de la relación establecida entre el pueblo y Juan Domingo Perón. Un hombre, que en la eficacia de su extenuante trabajo durante los años que ocupo la Secretaría de Trabajo y Previsión Social (y también luego el Ministerio de Guerra y la Vicepresidencia), logró tocar con la mano caliente el corazón de un pueblo cansado de desfallecer ante los poderosos.
Desde el golpe a Yrigoyen no había quedado al Estado argentino otra función que la de atender los privilegios de las clases económicas como en el caso del bochornoso pacto Roca Runciman. Pero el 17 de octubre, vino a quebrar aquello cuando el coronel Perón es “rescatado” por los trabajadores. Ese día no es más que la parición de un nombre para lo que hasta entonces no lo tenía: Perón como sinónimo de justicia, de igualdad y de trabajo.
Así, luego que el 10 de octubre Perón se despidiera, los trabajadores pronto organizaron su propia revolución sin consultar. Y el 17 cruzaron el puente nadando, caminaron, corrieron, tomaron los troles, remontaron las calles hasta clavar los pies hartos en el descanso de la fuente de plaza de mayo para rescatar a Perón. Lo esperaron con la sonrisa en la mano y la duda en el corazón, y conquistaron así un destino para todos los argentinos.
Perón escuchó el corazón del pueblo, y a partir de allí ningún gobierno ha podido mirar hacia otro lado que no sea en dirección del pueblo, calentando el sol naciente de aquel 17 el destino de justicia que hasta hoy pervive en el pueblo argentino.
Desde el golpe a Yrigoyen no había quedado al Estado argentino otra función que la de atender los privilegios de las clases económicas como en el caso del bochornoso pacto Roca Runciman. Pero el 17 de octubre, vino a quebrar aquello cuando el coronel Perón es “rescatado” por los trabajadores. Ese día no es más que la parición de un nombre para lo que hasta entonces no lo tenía: Perón como sinónimo de justicia, de igualdad y de trabajo.
Así, luego que el 10 de octubre Perón se despidiera, los trabajadores pronto organizaron su propia revolución sin consultar. Y el 17 cruzaron el puente nadando, caminaron, corrieron, tomaron los troles, remontaron las calles hasta clavar los pies hartos en el descanso de la fuente de plaza de mayo para rescatar a Perón. Lo esperaron con la sonrisa en la mano y la duda en el corazón, y conquistaron así un destino para todos los argentinos.
Perón escuchó el corazón del pueblo, y a partir de allí ningún gobierno ha podido mirar hacia otro lado que no sea en dirección del pueblo, calentando el sol naciente de aquel 17 el destino de justicia que hasta hoy pervive en el pueblo argentino.
Mauricio Barrientos - Intendente Municipal
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