A más de 200 de proclamada la independencia en Plaza de Mayo, el espacio público sigue siendo aquel que expresa las voces de los que resisten en cada territorio frente a un poder político que se arraiga al capital globalizado y concentrado. El historiador británico, Eric Hobsbawam, advirtió que “la globalización es un hecho y es positiva en su conjunto, aunque es necesario luchar contra el mercado incontrolable global, no hay que negarla, ni se puede parar, sino controlarla para fines sociales”1.
Por tal motivo, es alarmante la orientación económica librecambista que ha adoptado el gobierno en medio de un contexto en el que los países desarrollados adoptan medidas proteccionistas con respecto a su industria y economía demostrando “saltar la escalera” –como lo definió el economista coreano Ha Joong Chang para explicar la distancia con respecto al accionar político de los países que resaltan el liberalismo como vía de desarrollo. En este marco, el presidente Mauricio Macri, construye un discurso mediático premonitorio de inversiones extranjeras en medio de experiencias de desempleo, tarifazos y ajuste de paritarias, constituyéndose por lo tanto en una mera estrategia política para la legitimación de la transferencia de recursos del Estado a sectores que han sido beneficiados con la quita de obligaciones impositivas, y que han generado un déficit y cadena de endeudamientos frente a lo que el FMI constituye una vía externa para presentar una nueva etapa de ajuste.
La convocatoria al Fondo Monetario Internacional cobra sentido por las críticas experiencias que hemos afrontado en nuestra historia desde el primer pedido de asistencia financiera por la “Revolución Libertadora” en 1956, hasta llegar a declarar el default por 144.000 millones. Recién en el 2003 Néstor Kirchner decidió concluir el vínculo finalizando el pago y quitando la auditoría sobre la política económica. Sin embargo, para Elisa Carrió, a diferencia del 2002 cuando había repudiado la presencia de Anoop Singu como enviado del FMI, la convocatoria actual constituye una actitud que “paró a los golpistas”.
Lo que queda claro en este contexto, es que la clase trabajadora se ve cada día más asfixiada, contralada y reprimida mientras que el sector más beneficiado se torna cada día más grande, y acrecienta sus herramientas legales, económicas y políticas para su avance. Puntualmente, la soberanía del Pueblo, lejos de ser una categoría estática o meramente jurídica, presenta diariamente pasos de contracción que nos vuelve a encontrar en la Plaza. La historia ha demostrado que el Pueblo, aún cercenado siempre luchó y construyó su libertad. Dr. Rubén Darío Golía.
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